El inicio de una amistad
Pensamientos de Gabriele Meseth, Konstanz
Vivo en un edificio de 111 años de antigüedad. El balcón del departamento da a la esquina. Unos días atrás, estaba en el balcón y observé a tres personas, a las que les llamaron la atención los 8 “Stolpersteine” colocados a nivel de la vereda, delante del edificio. Se detuvieron y dialogaban al respecto. Luego continuaron su marcha.
Este edifico tiene 4 plantas, está ubicado en una esquina y en su parte superior culmina con una cúpula. En este edificio, de más de un siglo de antigüedad, han sucedido muchas cosas, muchas familias habitaron, amaron, sufrieron y festejaron en él. El edificio es un testigo de época de esas historias. Se encuentra en Konstanz, en la calle Blarerstraße. Es una calle muy arbolada, un lindo sitio para vivir.
Desde hace diez años vivo aquí con mis hijos, en el segundo piso. El edificio fue construido en estilo Art Nouveau, es decir que en aquel entonces se construía con mucha ornamentación, por lo cual en la fachada se pueden observar rostros, decoraciones y guirnaldas. Son propios de la época de construcción de este edificio los techos altos y los ambientes amplios. En Alemania llamamos a estos edificios construcciones antiguas, lo cual no significa que se trata de una casa mal conservada, sino que pertenece a una época pasada.
En este edificio también hubo un nacimiento, según consta en la partida de nacimiento Nro. 55:
Konstanz, 22 de febrero de 1916
“Ante el funcionario del Registro Civil que suscribe, compareció en el día de la fecha quien se identifica como el comerciante ganadero Heinrich Löwenstein, domiciliado en Blarerstr. 32, de religión israelita, y declara que su esposa Berta Löwenstein, de soltera Guggenheim, domiciliada con él, dió a luz en Konstanz, en su departamento, el 21 de febrero del año mil novecientos dieciséis, a las siete y treinta horas, a un varón, al que inscriben con el nombre Kurt.”
Transcurridos ya 90 años, el 1ro. de mayo de 2007, nuevamente nace una criatura en este departamento. La partida de nacimiento Nro. 220/2007 de esta criatura no consigna la dirección exacta del nacimiento, sino simplemente que Liv Lorena Brockmann, de sexo femenino, y la madre, Gabriele Margarete Meseth, son de religión católica. En la libreta sanitaria de la menor figura la aclaración: nacimiento en domicilio.
Al cabo de 8 años, es decir luego de 99 años del nacimiento del niño llamado Kurt, en octubre de 2015, varias personas se reúnen delante de este edificio. Se colocarán 4 “Stolpersteine”.
Entre esas personas se encuentran la hija del niño llamado Kurt, y la madre de la niña llamada Liv.
La hija de Kurt tiene todos los motivos para estar emocionada. Ha llegado desde la Argentina y ha impulsado la colocación de los “Stolpersteine” en memoria de su familia. En el acto de colocación leerá su propio discurso. El señor Seiffert, integrante de la “Iniciativa Stolpersteine” de Konstanz, dedicada en esta ciudad a la preparación y a hacer posible la colocación de estas placas conmemorativas, relata los resultados de su investigación sobre la vida de la familia Löwenstein. El joven matrimonio había elegido la ciudad de Konstanz para formar su hogar. En mi mente imagino que se habían integrado correctamente a la vida en Konstanz y que participaban allí de la vida social. Eran ciudadanos de Konstanz, de religión judía.
La madre de la niña Liv, la autora de este texto, había encontrado unos días atrás un volante en la escalera de su casa, en el que se anunciaba la colocación de los “Stolpersteine”. No era algo desconocido para ella, ya que en la vereda del edificio existían ya cuatro “Stolpersteine”. Con sentimientos encontrados advirtió que en este edificio no se habían desarrollado sólo simples historias de vida. En este edificio vivieron personas de religión judía, que en el mejor de los casos fueron dispersadas, y en el peor de los casos fueron asesinadas en campos de concentración. Antes de llegar a esta instancia sufrieron la prohibición de desarrollar sus profesiones y fueron humilladas. El hecho de que estos ciudadanos alemanes hayan defendido su patria en la Primera Guerra Mundial no tenía ya ningún valor.
Es decir, que comprendí que vivo en un edificio en el que tuvieron lugar directamente las atrocidades del nazismo. No sucedieron en cualquier lugar, sino en mis cuatro paredes. Cuando se instalaron los cuatro primeros “Stolpersteine” en memoria de la familia Ottenheimer, estuvo presente Fritz Ottenheimer, quien pudo abandonar Alemania a tiempo, a los 16 años de edad, junto con su familia y huir a los EE. UU.. Llegó a Konstanz acompañado por sus hijos y nietos. Se impuso la tarea de relatar lo vivido y escribió un libro al que tituló “¿Cómo pudo suceder esto?”.” Cuando tantas personas entre tus propios parientes fueron asesinadas por los nacionalsocialistas, el haber sobrevivido se convierte en una obligación.” Algo de esto corporeizaba este hombre carismático y reservado, de 83 años de edad, con un sombrero negro en su cabeza durante el acto de colocación de los “Stolpersteine”.
Para mí fue un gesto natural invitar a los Ottenheimer, con el objetivo de que el señor Ottenheimer pudiera mostrar a su familia los ambientes de su antiguo hogar. En aquel entonces los invitamos a recorrer el departamento del primer piso, en el cual había vivido la familia Ottenheimer. El café lo tomamos en el segundo piso.
Reúno a mis hijos porque recordé que se colocarían nuevamente unos “Stolpersteine” y salimos a la calle, dejando lo que estábamos haciendo y sin habernos preparado para este momento.
No sabía que la hija de Kurt Löwenstein había llegado desde la Argentina, en compañía de su pareja. Cuando lo supe pensé espontáneamente que si los Ottenheimer habían apreciado aquella invitación, probablemente a Liliana Löwenstein también le agradaría, y en medio del caos de nuestra cotidianeidad los invité a tomar un café. Ella aceptó la invitación.
Este fue el inicio de un proceso de conocerse, de encariñarse y de establecer una amistad, de permitirnos participar en nuestras vidas, entre Liliana Löwenstein y nosotros. Tal vez sea también un acercamiento a la propia historia, a la complejidad de esta historia. Al observar más de cerca se diferencian los perpetradores, las víctimas y los combatientes de la resistencia.
Dedicado a Liliana Löwenstein
Konstanz, mayo de 2017

© texto e imágenes: Gabriele Meseth
Sich anfreunden
Gedanken von Gabriele Meseth
Ich wohne in einem Haus, das 111 Jahre alt ist. Vorne an der Ecke ist ein kleiner Balkon. Neulich stand ich auf dem Balkon und habe beobachtet, wie drei Leute auf die 8 Stolpersteine im Boden vor dem Haus aufmerksam wurden. Sie haben angehalten und sich darüber ausgetauscht. Dann sind sie weitergegangen.
In diesem Haus sind 4 Stockwerke, es steht an einer Ecke und ist mit einer runden Kuppel abgeschlossen. Es ist schon richtig viel passiert in diesem Haus in den über 100 Jahren, viele Familien haben dort gelebt, geliebt, gelitten und gefeiert. Das Haus ist ein Zeitzeuge dieser Geschichten. Es steht in Konstanz in der Blarerstraße. In der Straße stehen auch viele Bäume, es ist ein schöner Ort zum Wohnen.
Ich wohne mit meinen Kindern seit 10 Jahren im zweiten Stockwerk. Es wurde in der Art des Jugendstils gebaut, das heißt, man hat sich damals besonders viel Mühe gegeben und an der Fassade sind Gesichter, Verzierungen und Girlanden angebracht. Als das Haus gebaut wurde, hat man ganz hohe und große Räume gebaut. Hier bei uns sagt man, das ist ein Altbau, was nicht heißt, dass das eine Bruchbude ist, sondern dass es eben aus dieser Zeit stammt.
In diesem Haus hat sich auch Folgendes zugetragen, wie ich der Geburtsurkunde Nr. 55 entnehmen kann:
Konstanz, am 22. Februar 1916
Vor dem unterzeichneten Standesbeamten erschien heute, der Persönlichkeit nach bekannt, Viehhändler Heinrich Löwenstein, wohnhaft in der Blarerstr. 32, israelitischer Religion und zeigte an, dass von der Berta Löwenstein, geborenen Guggenheim, seiner Ehefrau, israelitischer Religion, wohnhaft bei ihm, in Konstanz in seiner Wohnung am ein und zwanzigsten Februar des Jahres tausend neun hundert und sechzehn um sieben ein halb Uhr ein Knabe geboren worden sei und dass das Kind den Vornamen Kurt erhalten habe.
Gut 90 Jahre später, am 01. Mai 2007, wird wieder ein Kind in dieser Wohnung geboren. Die Geburtsurkunde Nr. 220/2007 dieses Kindes vermerkt den Ort der Geburt nicht genauer, lediglich, das Liv Lorena Brockmann weiblichen Geschlechts und die Mutter Gabriele Margarete Meseth katholisch ist. Im Kinder-Untersuchungsheft steht unter sonstige Bemerkungen: Hausgeburt.
8 weitere Jahre später, 99 Jahre nach der Geburt des Knaben namens Kurt, im Oktober 2015, treffen sich einige Menschen vor dem Haus. Dort werden 4 weitere Stolpersteine verlegt. Unter diesen Menschen befinden sich die Tochter des Knaben namens Kurt und die Mutter des Mädchens namens Liv.
Die Tochter von Kurt hat allen Grund aufgeregt zu sein. Sie ist aus Argentinien angereist, hat veranlasst, dass die Stolpersteine zum Gedenken an ihre Familie verlegt werden. Sie wird zur Verlegung einen persönlichen Text vorlesen. Herr Seiffert aus der Initiative Stolpersteine, die sich vor Ort um die Vorbereitung und Umsetzung gekümmert hat, trägt seine fundierten Recherchen zum Leben der Familie Löwenstein vor. Das junge Paar hatte sich Konstanz als Wahlheimat ausgesucht. Ich male mir aus, dass sie sich gut eingelebt hatten und am gesellschaftlichen Leben in Konstanz teilnahmen. Sie waren Konstanzer Bürger jüdischen Glaubens.
Die Mutter des Mädchens Namens Liv, das bin ich, hatte einige Tage zuvor den Flyer im Treppenhaus gefunden, der die Verlegung der Stolpersteine ankündigte. Sie kannte das schon, es wurden ja bereits vier Stolpersteine vor ihrem Haus verlegt. Mit gemischten Gefühlen stolperte sie darüber, dass in diesem Haus nicht nur einfache Geschichten gelebt wurden. In diesem Haus wohnten Menschen jüdischen Glaubens, die von den Nationalsozialisten unter dem Führer Adolf Hitler bestenfalls in die Flucht geschlagen, im schlechten Fall in Konzentrationslagern umgebracht wurden. Zuvor wurde ihnen verboten, ihre Berufe auszuüben und sie wurden gedemütigt. Dabei spielte es keine Rolle, dass diese Deutschen im Ersten Weltkrieg sogar für Deutschland gekämpft hatten.
Also ich wohne in einem Haus, das habe ich damals kapiert, in dem sich die nationalsozialistischen Gräueltaten unmittelbar ereignet hatten. Nicht irgendwo, sondern in meinen vier Wänden. Bei der damaligen Stolpersteinverlegung war Fritz Ottenheimer angereist, der als 16-Jähriger Deutschland mit seiner Familie rechtzeitig verlassen konnte und in die USA geflohen war. Er kam mit seinen Kindern und Kindeskindern zurück. Er hatte es sich zur Aufgabe gemacht, über das Erlebte zu erzählen, und schrieb ein Buch: “Wie konnte das passieren?” Wenn so viele Menschen aus der eigenen Verwandtschaft von den Nationalsozialisten umgebracht wurden, dann wird das eigene Überleben mitunter zu einer Aufgabe. Etwas davon verkörperte der charismatische, zurückhaltende 83-jährige Mann, der bei der ersten Verlegung der Stolpersteine vor dem Haus stand, mit einem schwarzen Hut auf dem Kopf.
Für mich schien es eine natürliche Geste, Ottenheimers einzuladen, damit Herr Ottenheimer seiner Familie die Räume zeigen konnte. Die Wohnungsbegehung fand dann im ersten Stockwerk statt, in dem Ottenheimers wohnten, das Kaffeetrinken im zweiten Stockwerk.
Jetzt rief ich die Kinder zusammen, weil mir gerade noch einfiel, dass ja wieder Stolpersteine verlegt wurden und wir gingen nach unten, mitten aus unserem Alltag herausgerissen und gar nicht weiter darauf eingestimmt.
Ich wusste nicht, dass die Tochter von Kurt Löwenstein mit ihrem Partner aus Argentinien angereist war. Als ich es realisierte, dachte ich spontan, was Ottenheimers schätzten, vielleicht wird es auch Liliana Löwenstein gefallen und lud sie mitten in unser Chaos zum Kaffeetrinken ein. Sie nahm die Einladung an.
Das war der Beginn eines Kennenlernens, eines Sich-Anfreundens, eines Einander-Teilhaben-Lassens zwischen Liliana Löwenstein und uns. Vielleicht ist es auch ein weiteres Sich-Anfreunden mit der eigenen Geschichte, mit der Komplexität dieser Geschichte. Bei näherem Hinschauen differenzieren sich die Täter, Opfer und Widerstandskämpfer.
Für Liliana Löwenstein
Konstanz im Mai 2017
